¿RABIA O INDIGNACIÓN?
Es muy normal encontrar personas que se quejan de que luchan, luchan, luchan y no consiguen nada, otros se quejan de creer en Dios, asistir a las reuniones, ser ofrendantes y no conseguir sus objetivos. Entonces, ¿qué es lo que ha faltado para que la persona alcance el tan soñado bautismo con el Espíritu Santo, la unión familiar, salud, realización en el amor, un trabajo digno…?
¿Por qué vemos personas, tanto fuera como dentro del universo de los que se dicen cristianos, viviendo una vida horrible? ¿Cómo es posible que alguien conviva semanas, meses o incluso años con una enfermedad? ¿Se casó y nunca fue feliz? ¿En casa es el último lugar en el que desea estar? ¿Trabaja intensamente y no ve el “color” del dinero? Si está en la Iglesia hace tanto tiempo y aún no fue liberado/a, ¿cómo va a recibir el Espíritu Santo?
El tiempo va pasando, el problema va pasando a toda la familia, y la persona se queda rehén de una situación de la cual no sabe cómo salir. Muy bien, hay una explicación: ¡esta persona no es INDIGNADA! Una cosa es sentir rabia en un determinado momento, y otra completamente diferente, es ser indignado. Una es puro sentimiento, algo momentáneo y la otra es una forma de ser.
La primera condición para ser hijo de Dios es que haga de Dios su padre, Él no impone nada, la segunda, es que haga de Dios su SEÑOR, su confianza, dedicación y reverencia están en Él y no importa lo que los otros dicen. La tercera condición es hacer de El su salvación, tiene que ser su roca de salvación.
Mientras la gran mayoría de la humanidad asiste atónita a su destrucción, una minoría disfruta de una vida digna, y todo por una única cosa, la gran mayoría de las personas ¡no son INDIGNADAS! La persona indignada no acepta estar parada, va detrás de lo que quiere, llega al extremo de hacer lo que sea para alcanzar lo que quiere.
Aún en las adversidades no deja de buscar oportunidades para crecer, y eso la hace ser libre y tomar sus propias decisiones y ejecuciones de proyectos. Se entrega siempre y totalmente a aquello en lo que cree. Es una persona independiente, no está presa al pasado y tiene autoridad sobre su propia vida. Dios sólo nos deja mirar al pasado cuando es para aprender con los errores cometidos y para no olvidar los beneficios que Él nos dio.