Ya vimos que el propio Señor Jesús necesitó del bautismo con el Espíritu Santo. Los apóstoles también fueron bautizados cuando estaban reunidos en el Cenáculo, después de la resurrección y la aparición del Señor entre ellos, en el primer día de la semana, es decir, el domingo (además, cabe decir que nosotros, los cristianos, guardamos el domingo, exactamente por el hecho de que el Señor resucitó un domingo).
Ahora verificaremos que tanto la virgen María, madre de Jesús, como sus demás hijos, hermanos carnales de Jesús, también recibieron el bautismo con el Espíritu Santo. Veamos: “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.”, (Hechos 1:14).
Esto prueba que al cumplirse el día de Pentecostés, “estaban todos unánimes juntos”, (Hechos 2:1), incluso María y los hermanos de Jesús. Entonces, cuando vino el Espíritu Santo en aquel día, ella y los demás hijos recibieron al Espíritu de Jesús, pasando todos a hablar en otras lenguas. El bautismo con el Espíritu Santo fue una realidad en aquella época como es en los días actuales, así como ser cristiano sin esta experiencia es como aquellos que “oyen el gallo cantar, pero no saben dónde”.
Así son los que aceptaron al Señor Jesús y aún no tuvieron una experiencia con Él a través del bautismo, que Él fue el primero en recibir, seguido de sus apóstoles, su madre, sus hermanos y todos los que tenían sed de una aproximación íntima y verdadera con el propio Dios.
¿Por qué debemos ser bautizados con el Espíritu Santo?
El bautismo con el Espíritu Santo no es una cuestión de opción dogmática o de denominación. Es una necesidad imperiosa con el objetivo de la supervivencia de la propia fe cristiana. Como testigo del Señor Jesús y ministro de Dios, puedo afirmar, con toda seguridad, sin ningún temor a equivocarme, que es imposible seguir al Señor Jesús sin el bautismo con el Espíritu Santo. En otras palabras, ¡es imposible ser cristiano sin ser sellado con el Espíritu Santo!
Hemos visto muchos “cristianos” esforzándose por permanecer fieles a su llamado, fieles a la fe, fieles al Señor Jesús. Infelizmente, todo ha sido en vano, siendo que vivimos en un mundo rencoroso y totalmente contrario a la fe cristiana. Como los cristianos que había en la “casa de César” (aquellos que vivían en el tiempo de los emperadores romanos), cuando ser cristiano significaba oponerse al César y en consecuencia correr el riesgo de perder la propia vida.
Los tiempos han cambiado; sin embargo los demonios son los mismos, el mundo es el mismo y los riesgos son los mismos. De ahí, que ser cristiano sin el sello del Espíritu Santo es la misma cosa que un mar sin agua, un bosque sin árboles, un cuerpo sin espíritu…
Ser cristiano sin el bautismo con el Espíritu Santo es como seguir una religión sin conocer su causa o como seguir al Señor Jesús sin conocerlo personalmente, solo porque nos hablan de Él. ¿De qué le sirve seguir al Señor Jesús por información de terceros? ¿Cuál es el beneficio que alguien puede recibir por solo saber que existe un Salvador?
Es lo mismo que una persona hambrienta que oye hablar de un plato de comida especial y sigue con hambre, con la esperanza de comerlo algún día. Así han sido las iglesias de este mundo, que han prometido “mundos y glorias”, y sin embargo, el pueblo continúa
gimiendo de hambre, sed, frío y dolor…
Es por esta razón que las iglesias cristianas están repletas de personas con desvíos en su conducta, en su sexualidad, etc. Es por esta razón que este mundo perro ocupa algunos lugares en las iglesias, en las que el mismo satanás está con la Biblia en la mano “predicando”…
Por falta del bautismo con el Espíritu Santo, el mensaje del Evangelio está en el mismo nivel de los mensajes de algunos falsos dioses que son idolatrados por muchas personas.
Amigo lector, hay una vida maravillosa. Y eso comienza en usted, cuando recibe el bautismo con el Espíritu de Jesús. Este bautismo da al cristiano todas las condiciones necesarias y suficientes para asumir la fe y vivir por ella, sin temor de que un día va a caer en su vida cristiana.
El bautismo con el Espíritu Santo nos hace conocer personalmente al Señor Jesús, además de ser guiados exclusivamente por Él. Cuando eso sucede, no nos dejamos manipular por cualquiera, como es costumbre de todos los que se dejan llevar por las apariencias de la religiosidad.
El bautismo con el Espíritu Santo nos lleva a experiencias constantes con el propio Dios, pues sin él no sabemos cómo debemos conducirnos delante de este mundo tenebroso, ni cómo diferenciar el bien del mal.
Entonces, es así que este bautismo nos da la capacidad para no dejarnos llevar por los consejos humanos y a veces hasta diabólicos.
El bautismo o el sello de Dios nos garantiza la certeza de la salvación e impide que seamos engañados o vencidos por nuestras propias debilidades, motivándonos a un constante crecimiento espiritual, con el propósito de servir mejor al Señor:
“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” Efesios 4:13?16
Texto extraído del libro “El Espíritu Santo” del obispo Edir Macedo