Tribulación: la prueba de la fe (IURD)
El apóstol Juan, tanto en su evangelio como en sus tres epístolas, habla en defensa de la fe. Él dijo también sobre una persecución que era movida contra la Iglesia a través de los gnósticos, sectarios del gnosticismo, que decían saber explicar todas las cosas por medio de la doctrina de los gnósticos (conocimiento perfecto de la divinidad). Muchos de ellos eran judíos y perseguían la Iglesia, principalmente en el campo doctrinario y político.
El apóstol Pablo formaba parte del grupo de los fariseos, partido judaico de rígidas costumbres que siempre perseguía a la Iglesia de Cristo. Él, mientras tanto, terminó convirtiéndose, gracias a Dios. Todos los discípulos, con excepción de Juan, murieron asesinados, porque estaban haciendo la obra de Dios. ¿Cuáles eran sus grandes enemigos? En principio, los propios judíos, que veían su hegemonía religiosa amenazada, después los romanos, que eran los dominadores políticos y temían el fin de su poder.
La persecución trae tribulación, que es una especie de agitación, de nerviosismo, de malestar, de guerra que la persona enfrenta exterior e interiormente por estar sufriendo algún asedio, alguna forma de presión. Del punto de vista cristiano, la tribulación esta íntimamente ligada a la persecución.
Las personas son atribuladas en el sentido de ser perseguidas. No vamos a confundir tribulación con las aflicciones, las dificultades que tenemos con los hijos, parientes o amigos en la rama del comportamiento natural. Eso no es una tribulación: es un sufrimiento. La tribulación es algo que nos presiona, intenta forzar una situación sobre nosotros; dejándonos en una situación que aparentemente no tiene salida, no tiene solución.
Normalmente nosotros nos sentimos atribulados cuando somos perseguidos, porque nuestra alma no puede estar en paz, pues necesitamos estar atentos, tramando situaciones para huir, escaparnos, no ser sorprendidos por esa persecución. La tribulación está muy próxima del cristiano y muchas veces lo sorprende en situaciones en las cuales ni imagina ser sorprendido. Es un arma que el diablo usa para intentar derrumbar al cristiano de su fe.
El Señor Jesús dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33)