Caminando con su padre en una carretera estaba un niño, cuando de pronto se detuvimos en una curva y después de un pequeño silencio el padre preguntó:
- Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas algo más?
El niño agudizo sus oídos y algunos segundos después le respondió:
- Estoy escuchando el ruido de una carreta.
- Eso es, dijo el padre. - Es una carreta vacía.
Preguntó el niño:
- ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aun no la vemos?
Entonces el padre respondió:
- Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace.
Reflexión:
Cuando vemos personas que hablan sin parar, que interrumpen a los demás, que no saben escuchar, que solo presumen de lo que tienen o de lo que saben, en realidad son persona que por dentro están vacías. Recordemos la historia de la carreta: “Cuanto más vacía está, mayor es el ruido que hace”.
En tiempos tan ajetreados y propensos a la saturación de informaciones, la capacidad de escuchar a los demás es una de las mayores virtudes que alguien puede poseer.
Al actuar con prudencia, no se dice todo lo que se piensa; pero sin embargo, si se piensa todo lo que se dice.