26/04/13

El jarrón de porcelana/ Blog Obispo Paulo



Cierto día, un profesor entró al aula dispuesto a dar una clase especial. Sus alumnos de psicología, asombrados, lo veían sacar de una bolsa unos cuantos objetos. Les dijo: —En la vida se van a encontrar con muchas situaciones para resolver. Hoy vamos a resolver un problema.

Dicho esto, colocó una hermosa mesita en el centro de la clase, y encima colocó un jarrón de porcelana muy caro donde puso una rosa amarilla de extraordinaria belleza, y dijo así: —¡Aquí está el problema! ¡Resuélvanlo!

Todos se quedaron perplejos mirando aquella escena: un jarrón de extremo valor y belleza y una maravillosa flor. ¿Qué representaría? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? ¿Cómo que eso era un problema?

En un momento, uno de los discípulos, ante la mirada atónita de sus compañeros, tomó el jarrón entre sus manos, lo levantó, y lo estrelló sin sentimiento contra el suelo. Hecho esto, volvió a su lugar.

—¡Por fin alguien entendió! Exclamó el profesor. —Empezaba a dudar de la formación que les estuve dando. Luego explicó:

—Yo fui bien claro, dije que ustedes estaban delante de un «problema». No importa cuán bello y fascinante parezca ser algo, si es un problema, tiene que ser eliminado, terminado, concluido.

—Puede ser una relación muy placentera, o un gran amor que se acabó, por más lindo que sea o haya sido, si no tiene más sentido para tu vida, tiene que ser suprimido porque corres el riesgo de permanecer con él por el resto de tu vida.

Muchas personas cargan en la vida entera el peso de cosas que fueron importantes en el pasado, y que hoy solamente ocupan un espacio inútil en sus corazones y mentes, espacio que es indispensable para vivir el presente plenamente, sobre todo, si el problema es algún sentimiento de rencor, resentimiento o algo que le causa tristeza.

Aunque en algún momento algo te hay hecho mucho daño, o haya marcado tu vida rotundamente, eso forma parte del pasado. No se puede tener sentimiento, ni ser tentado por el lado fascinante que cualquier conflicto acarrea consigo. No tiene caso tratar de «acomodarlo» y darle vueltas, si al fin y al cabo ya no es otra cosa más que «un problema».

Déjalo, hazlo a un lado y continúa tu misión. No huyas de él… No lo escondas… ¡Enfréntalo y acabalo!

http://obispopauloroberto.com/blog/2013/04/el-jarron-de-porcelana/

.

.